Déjame que te de una lección
de vida, que al terminar la película me crea un caníbal,
que me sincere del todo en una
despedida, que deje algún tipo de moral o ética en tu memoria.
Que me porte como un
caballero, un feudo sin dinero, sea respetuoso ante todo y no te fuerce a nada,
concédeme este privilegio, que pase a ras golpeándome la cabeza si no miro por
tu bien sin perjudicarme tampoco.
Permíteme que no te cuente mi
vida si no lo deseo, y mirándote fijamente te haga participe de ser protagonista,
interna y exteriormente.
Compréndeme al tener pájaros
en la cabeza, me hacen salir del reducido al que me germinan, quiero volar, más
sin alas puedo partirme la cabeza.
Escúchame al partir y
acompáñame si ese es tu fin, estar conmigo no para mí.
Si me siento como me describo
y el secreto comparto contigo, sepas que hacer, no lo hagas pedazos, o guarda
el resguardo.
El ventilador del portátil
respira a mi par y las teclas suenan cuando las pulso al escribir, suprimir o
dejar.
El agua de la jarra por la
mitad, una galleta en la mesa solitaria roza el cable que es de otro, lo
conozco, riza el folio, documentos guarda sin cesar. El suelo brilla pero no
refleja.
Los paños cubren espacios de
la mesa, están arrugados, no distinto el mantel de los limpiados, las
servilletas siguen conservando el papel y el árbol de navidad lleva el año
entero y ya estamos en mayo.
El televisor es mi amigo
silencioso, lo dejo apagado mientras no sea positivo. Si lo enciendo busco una
voz que me haga estar, y junto con el flexo hagan melodía.
Las sillas siguen vacías,
portaron pesos de muchos y recuerdos; pasados y presentes, inexistentes,
momentáneos, la gente solo está de paso.
El teléfono de mesa hace
espacio, es decorado junto al router que parpadea sin parar, si necesito llamar
lo utilizo y si no se calla. El móvil suena pero no es la llamada que espero.
Sigo a mi rollo, todo esto no es nuevo.
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