Matar
a besos, llorar en abrazos, crear vínculos con las praderas, disparar flores de
los tanques, ver llover bombones, beber de tu regazo, convertir los odios en
amores y los maleficios en mil perdones, darle vueltas a las estaciones. Reír
del frío y abrazarse bajo el cálido sol, en la colina revolcados sobre cubitos
de hielo.
Bajar
a la puerta a abrirla sin cesar por participar en tu sonrisa y disfrutar
constantemente de mis ocurrencias, poner música en ciernes en lugar de
consagrada. Ser testigo de las andanzas del caracol y soplarle a las mariposas
de los bolsillos. Pararme y volar y dejar escapar el oscuro temblor del miedo
paralizado de horror, no soy un ogro, siento el vértigo.
Bofetadas
de pasión, guantazos de algodón, cachetadas en el culo hasta que se ponga
morado, quitarme los pelos del ombligo y sentir escalofríos por tus dientes en
mis oídos. Admitir que valgo, y que no paro de pulsar teclas que van al son de
mi cabeza y lo que piense me lo crea, y lo que sangro es lo que late y late los
impulsos que dejo escapar y aprendí a amarme tras la tormenta y a besar por la
luna y arañar los párpados de las luciérnagas y a observar mi rostro hasta ser
otro, pero siempre sabía que seguiría solo el camino y las respuestas en mi ser
eran cosas del destino y que por mucho que me intentaran cambiar siempre sería
yo mismo.
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