Y
no lo sabemos, lo desconocemos,
pero
me enfrento,
rasgo
arena buscando el tesoro que dejaron mis ancestros,
cicatrices
en piernas y manos, matarme si retrocedo,
estoy
a cero en mis cuentas pero de ilusión estoy lleno.
Voy
con lo que sé, lo cojo, lo transformo,
no
habrá más sobornos,
dame
tu fuerza que la mía se gasta,
pero
carga las fuerzas que me acompañan,
y
los desvaríos sin el asma.
Rompiendo
cristales que ocultan posibilidades,
daban
señales para anclar fugaces
encuentros
espectaculares.
No
quiero lamentos,
quiero
vida,
dame
una señal,
no
me permitas desmayar,
necesito
tu ungüento,
tu
ungüento, tu ungüento.
Necesito
tu ungüento.
Y
vuelvo a buscar,
y
no me importa no encontrar,
el
mundo no se hizo en un día,
dame
más,
quítame
lo que me estorba,
la
lacra que se me cuelga
cuando
continuamente pienso abandonar.
Tiempo
para pensar,
reflexionar con el sonido del mar,
como las aguas de la cascada helada,
pájaros de espino,
papel en decorados que son mentira,
ocultas la vida natura,
te destrozan los malos pensamientos,
ya no los tengo pero me los intentan colgar.
No quiero lamentos,
quiero vida,
dame una señal,
no me permitas desmayar,
necesito tu ungüento,
tu ungüento, tu ungüento.
Necesito tu ungüento.
Dame una nueva encrucijada,
dame un hogar,
o las fuerzas para no tener que huir a buscar
cada vez más lejos lo que permite el
bienestar,
más bien la necesidad natural.
Dame tu ungüento, tu ungüento,
tu ungüento.
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